lunes, 11 de agosto de 2008

EL GUIÑO

Sobre el río de aguas marrones y casi quietas, el bote pequeño avanzaba hacia la orilla, donde tres hombres lo aguardaban tranquilamente.
Manuel, el único tripulante, se acercaba azorado. Llegó a la orilla y desembarcó. Entre los cuatro fueron descargando de a poco los paquetes de envoltorio marrón.
Surgió así que de pronto uno de los tres, el que parecía el jefe, dijo –No más- y le guiñó un ojo al joven botero, de una manera muy extraña y nunca vista.-No más, Manuel-repitió, y sonrió al reafirmarlo.
Veinticinco fueron los paquetes que llevaron hasta el Peugeot 505 color verde, con chapa que decía PUM 665.
Dos horas más tarde, los tres hombres bajaron del auto en la base militar, en medio de un paraje despoblado. Hacía un calor infrahumano, pero ellos estaban habituados a todo esto.
Dos soldados bajaron la carga y la llevaron hasta un laboratorio. Entraron ellos y los soldados se retiraron enseguida.
Comenzaron a abrir los paquetes con mucho cuidado, abriendo primero los envoltorios del café, y extrayendo de éstos unos panes blancos y duros, que era cocaína purísima, de la mejor.
Al sacar toda la droga, un hombre de bigotes rubios y que le llegaban hasta el mentón empezó a cortar los panes con un estilete, cuyo mango tenía el escudo nacional y las iniciales del dueño grabadas, junto a la palabra “prefecto”. Era el más experto de los tres, y el más callado también.
Entre la cocaína extrajeron varios chips, que asemejaban a pasas de uva dentro de pan dulces. Era 23 de diciembre.
Después de seis horas, los números telefónicos, direcciones, fotos, y toda clase de información estaban en poder de ellos.
La noche del 25, dieciocho reos ingresaban en la cárcel de la provincia tan calurosa.
El más viejo de los tres, el hombre que guiñaba el ojo, de uniforme, le dijo suavemente, con el semblante triste e irónico al reo que marchaba último: -Manuel, confiaron demasiado en mí-. Sus ojos estaban indefinidos a través de los anteojos oscuros.

domingo, 10 de agosto de 2008

la cabeza


Hoy ha salido el Demonio
ladrando
a través de Tu puerta tullida.
El negro filoso
de sus benévolas formas
hizo que su marfil
gastado y húmedo
violentara los barrotes
de mi Alma
pavorosa y gozando
por Tu Infierno
el que alumbra
mi Espejo.