viernes, 31 de agosto de 2018

Y se miraba al espejo sucio,
donde la amargura salpicada en el vidrio de la vejez
se convierte en trozos de tierra que deja el zapato sobre el piso limpio.
El resplandor de los muertos
deja su regalo de ojos abiertos
al sol inútil y a la luna que vela cerrojos.
Es un día que en la inconmesura del reloj opaco
el último grito queda empalado en la aguja de las horas
que se detienen y comienzan,
Desde la quietud de la agonia
que corre lenta y lenta hacia ella misma y desfallece ...