domingo, 30 de agosto de 2009




Sobre el estío
Del fin del mundo
Cae el Universo muerto
En las copas
Medio llenas, abandonadas.
La noche es un campo desierto
Un espejo de la creación.
No hay nadie aquí,
Nada oscila, el viento ha desaparecido
A cada paso lento, el lento apagarse eterno.
Y en los reposos del aire que no se mueve
El tiempo se ha apagado.
Todo es un cristal invisible
Que débil encierra la nada…

lunes, 24 de agosto de 2009

Esa noche, salí entrada la una , me fui y pensaba mientras caminaba cruzando los adoquines planos en las esquinas , pobremente iluminadas . Luego de haber recorrido varias cuadras, entré en un boliche, que se bautiza , generalmente , una borrachería más. El barrio es humilde, de casas bajas con frentes lisos y descascarados, y el viento confunde las hojas de otoño con pedazos de revoque.
-José, traeme una Quilmes.
-Vas a laburar un rato?
-A ver qué sale.
En una mesa cercana, un viejo, con boina puesta, tomaba una ginebra, mientras miraba hacia la barra donde había una viga arriba y colgaban jamones, y más atrás las estanterías colmadas de botellas. El bar era de la época en que mi abuelo se agarró la primera curda. Me acordaba que tenía esa magia de la noche en que los espíritus dejan oír sus voces en las copas de los árboles que se agitan, y hablan en lenguas libres. En alguna de ellas estamos o estaremos una noche, o una mañana del mundo que no será nuestro .
-Che vos-. Levanté la cabeza.
-eh! Sentate .
-Te buscaba por todo el barrio-
-es que apago el celular, viste. No me gusta que me rompan las bolas cuando quiero tomarme una birra tranquilo para laburar.
-Es eso laburar, che?
- por lo menos me pagan; poco, pero me alcanza para tomarme algo cuando se me canta –reí complacido.
-mirá vos Damián, en esa mesa de allá está Julio, el viejo que enviudó hace poco.
-no lo conozco, lo vi , pero me miraba y por eso dejé de mirarlo.
-Qué, no lo conocés? Te acordás de la noche de los tiros en Elía?
-Nene, vos que tenés? Leés la mente, o mis papeles?
-Por?-
-Es sobre lo que estoy escribiendo.
-Nooo! Don Julio, venga, que lo hacen personaje de novelas! Ja jaja!
-Es un cuento, boludo-repliqué con dulzura.
Gustavo era mi mejor amigo. Habíamos pasado juntos el duro aprendizaje de la calle en las madrugadas frías, desde la plaza de los faroles guapescos, donde todas las amarillas luces de Parque Patricios desfilaban ante nuestras miradas en la noche, siendo motivo de conversación hasta que escuchamos los tiros una vez…
-don Julio, él es mi amigo Damián, escritor del diario del Puente.
-y periodista, también.
-tómese una ginebra con nosotros, dele.
-sí pibe, sí- el viejo tenía los ojos hundidos, como lejanos a la vez que se alejaba hacia su mundo propio.
-Me contaba este artefacto de que estuvo usted en la noche de los tiros, allá por Elía.
-mirá pibe, tengo 83 años ya. Eso fue hace 15.
-diecisiete, don Julio, si me perdona.
-el viejo rió. –Dos años más o menos, no hacen cuestión.
-Me cuenta? Estoy escribiendo una crónica para el diario. Si sale linda, le compro, si no se ofende, una botella de ginebra, y la tomamos juntos, si convida, eh!
- No hace falta. María mi señora, murió hace poco. Estoy viejo nene. Lo poco que me queda de voz si sirve para un joven como usted, valga.
-Poco, o más-repliqué enternecido
-Bué. Tenía 65, creo. Lo vi pasar al negro Giménez, apurado y muy nervioso, desde la ventana de mi pieza.
En ese entonces, el negro había salido de Caseros , donde estuvo dos años por robo a mano armada a una estación de servicio. Se oyeron unos disparos, y el negro sacó un 32 corto, brilloso, y tiró un par de veces.
-Lo vi caer. Le dieron en la cabeza- aseguró el viejo .
- y quién lo mató?
-esperá, no te apresurés, tenés tiempo , más que yo, pibe. El negro era un rufián de poca monta. Tenía muchos fatos con los porongas de los desarmaderos de coches, los del depósito de Los Patos.
Asentí con la cabeza. Continuó. - Juan era mi yerno, y el Negro le debía unos favores, todo relacionado al malandraje que siempre metía púa en el barrio. Al Negro se la querían dar los de Pirañas por dormirlos en un cargamento de televisores, radios, qué se yó , aparatos afanados en la ruta, dos acoplados completos de un mionca que levantaron en la 8, en el 89 más o menos.
-El Negro estaba con ellos en la banda?
-Él los cagó, les preparó una ratonera. Y Geuna, el comisario de la 32 en esa época, se quedó con un acoplado sólo para él. El otro, se lo quedó el Negro, y toda la banda a Caseros. Pero los transladaron a la semana a Olmos. Y el Negro salió a los dos meses. Cuando quiso tomar su parte, Geuna le dijo que su libertad era el precio . así que el asqueroso botón, lo cagó sin derecho a réplica, la policía te la da siempre por atrás sin aviso. Ese boludo creyó que eran confiables. Por eso, volvió a afanar, para no cagarse de infeliz, y terminó dos años en la gayola.
Geuna ya se había ido de la 32, pasó al Departamento Central. Si te vi no me acuerdo, pibe. Es así.
-Qué hijo de puta el cobani ese, don Julio! Me acuerdo que mi viejo decía que manejaba todo el afano de autos en el barrio. Una vez, le metieron a él un caño, y le afanaron una chata. Eran polis, afirmaba.
-y sí, qué querés, vos, eh? Yo fui policía también y no era un santo…
Quedé mudo. Pero… -quise acotar-
Esperá, que te va a salir linda como un tango de Discépolo. Quiero contarte cómo murió el Negro.
Lo miré a los ojos, implorante y con ansia de ser el primero en saber un misterio de este barrio que nunca dejó de enseñarme que todo lo mejor y lo peor , acá tiene canilla libre.
Juan Geuna, o sea, mi yerno, me regaló la casa en Elía. Y allí fui a vivir después de que se la compró a una viejita, muy buena mujer, que tenía un hijo malandrín, como el Negro. En la ratonera que les tendió por el afano de la merca en la ruta, cayó ese muchacho, que era un pobre infeliz. La mamá, desesperada, fue a arrodillarse ante el juez, pero como tenía ya varias partituras, no zafó. El Negro fue el que lo batió, así que Geuna, enterado, llamó a la pobre mujer, le ofreció comprarle la casa y movió el papeleo. Así el hijo salió de la jaula, y fueron a vivir por el lado de Avellaneda, en una casa que compró la madre. El hijo, se regeneró, y ahora, aunque parezca increíble, acaba de recibirse de médico, mirá vos las vueltas de la vida puta, che pibe, vos que sos de libros.
-El Negro, que se chupó dos años, juraba que Juan lo había ensartado junto con el comisario. Y esa noche, la del tiroteo, el Negro venía, sin saber, para mi casa, la que él creía que era la de Juan. Sí la de Juan el malandra, que se casó con mi hija más chica, Patricia. Yo preparé todo, por lo tanto, y esa noche, los de Pirañas querían cobrársela, pero el Negro no sabía nada. Así que mientras se escuchaban tiros a dos cuadras , que ellos tiraban al aire para mantener en sus casas a los curiosos, el Negro venía para acá, jugado… Abrí la ventana cuando vi que lo tenía a 50 metros, y le metí un tiro…fui yo, pibe, lo maté yo ,para proteger a mi familia.
Mi amigo se quedó con los ojos temblorosos, se levantó, temblando, saludó sin dar la mano y se perdió en los faroles.
Yo empecé a reír como un maníaco, y el viejo me dijo: -invito una ginebra yo ahora.
Total, soy un pobre viejo jubilado. Y quiero verme escrito antes de irme a la quinta del Ñato.
-Gracias.

miércoles, 5 de agosto de 2009


Como fantasma
ruidos ésos,
ventanas ciegas,
suburbio del pensamiento.
La figura reaparece
cruel, blanca
como su pasado
frío y lejano.
Lo irreal , realidad
sin tiempo,
todo pasado ahora ser.