Me rogaba que la llenara
que invadiera abruptamente
todas sus puertas mojadas
por mi lengua.
Se tocaba frenéticamente,
al punto en que sus dedos
rabiosos bailaban
al son de un ritmo
el de un sonido de labios
húmedos,
ahogados chillidos
quejidos y un grito explosivo,
como la sensación de un eje
que la atravesaba en el aire
suspendida.
Abrí como un libro
con mis fuertes dedos
delicados
y empecé a lamerla
extasiado y enviciado,
sus piernas eran una tenaza
que oprimía con fuerza tenaz
lujuriosa y sádicamente
mi cabeza
a punto de ahogarme
entre olas saladas, negras
y pegajosas.
Mis dedos eran crueles
y perversas víboras,
condenándola irremediablemente
a mi posesión inminente.
Así me seguía implorando,
y yo ya era dueño de ella,
de su sexo y de su felicidad.
Descubrí su belleza,
su maravilloso brillo de piel
y de sus ojos,
mientras toda mi esencia
bañaba su rostro agradecido,
bajando un río de sol
hasta sus senos.
1 comentario:
La sensualidad de este poema despierta, renueva, penetra las barreras de la metáfora, hunde al lector en su propia fantasía.
Alicia Susana Gómez.
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