Corrí ciego hasta caer en el gigante charco
los muros de ladrillo curtido por la resistencia,
esas aguas son un dios marrón
que juega a tragarse restos de la ciudad imponente.
Caído, caído como ave cual un buitre le devora las alas,
el río me lleva y me encuentra en un lecho muerto,
de restos infinitos del misterio,
engranajes y metales que nunca más serán anhelados por los deudos...
El río me traga, y ya nunca será igual, sólo recuerdos
sólo el barro entre el barro...
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