Tapiados, los ventanucos del sol
que muere
en la dicha del crepúsculo ,
se reviste el
cielo de nubes oscuras
que se ocultan en lo alto de las cómplices penumbras.
Rompe la armonía abúlica
el lejano fulgor de una estrella vieja,
agotándose en el espejo
de un charco, retazo de lluvia
sobre la piedra pulida de carros, y suelas,
pasos herrados de cascos, pieles duras y roñosas,
llagas de la miseria que agoniza entre todo el mundo
de los suelos.
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