jueves, 8 de enero de 2015


Me encontraba solo
Con mi terrible sombra ocultando
en esa pared.
mi tormento, encadenado en mi cerebro.
Era ya noche profunda, mas el viento ya no estaba,
así que el árbol, desde mi ventana
semejaba un gigante tenebroso y embalsamado.
Y cual ataúd deforme o incipiente,
amenazaba con su boca de madera devorar mi carne.
En ese cuarto repleto de humo, tan abarrotado
de recuerdos fantasmas, viejos aullidos,
tan sacro, tan invadido de mí mismo.
Mi colchón era piedra fría y cruel, y sugería enterrarme vivo,
cual arena movediza, tumbas tramposas …
Mis ojos parecían rendirse y darme alivio
a la maldición del insomnio, o eso creí; apareciendo
sobre mi cabeza un Ángel,
mitad mujer, mitad demonio .
Un puñal en su bella , suave mano, se hundió en mi garganta quieta.
Mi sangre estaba reseca,
el tajo abrió el paso sólo a seres innumerables,
seres de mí. Espíritus quebrados, teñidos de negro,
encanecidos, pálidos y rojos.
Ellos solos apresaron a la mujer,
y ella fue seducida por mi ángel y mi demonio prisioneros.
Sólo la hundimos en mi colchón,
y así nos enterramos, juntos.
Su crimen fue condenado a mi cruel , lujurioso y suave suplicio.
Así … aprisionados.


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