Ay, de que no supiera cómo realizarte.
Aquí arrinconado, en este callejón de mendigos ,
frío.
Y la lluvia que cae como plomo fundido sobre mi alma
exangüe,
mis oídos sangran y la visión arde, melancolía
fantasma revoloteando como moscas
a la luz del resplandor en mi pupilas vidriosas.
Melancolía agria y dulce de vino tibio y rasposo,
trato de atraparte, sin poder escucharla,
Sólo puedo tocar esa piel, quizá si mis ojos no se
queman antes,
pueda así
retener sus contornos,
Imagen que parta, huyendo en un madero de recuerdos
que naufrague
en deriva de una nada evocada.
Quiebra sobre el cielo renegrido y estrellas
durmientes,
rayo despiadado e implacable,
sobre mi piel
calcinada, bailen las imágenes ya libres
y partan hacia la tumba que nunca se cubre,
como flechas escupidas , macabras
con su fuego endemoniando,
a los castillos donde yazcan sin hablar hombres de madera reseca…
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