Una llamarada
furtiva
Corriendo
tras el ojo que se aleja en lo alto del puente.
Entre las
miserias y las carcajadas de las calles desparejas
Brasas encendidas
en el cielo torturan a los ángeles,
Abajo destellan
con resplandores agujas de reloj de muerte,
bailoteando
sobre caños de cobre y hojalatas.
La calle
devuelve su humedad eterna,
y a
veces esas largas lluvias alejan las pequeñas naves de muertos deambulando.
Es el
barrio que Malena no vio, es el barro podrido de las callejuelas sin yuyos.
Es sentir
que miramos la Luna y temerarios
la intimidamos con nuestros deseos,
mientras
entre gritos jubilosos y ladridos de nuestros amigos
tratamos vencer al sueño que nos pelea.
Son las
voces que completan el paisaje, el temblar de las paredes por los motores,
la bocina
lejana de la locomotora. Y ellos, y nosotros.
Pensando…
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