la ennegrecida mesa que migra por postales de nuestras vidas bajo lumbres
el centro justo de las noches que recurren cuando agonizan las manos y
las palabras mueren enterradas al olvido.
Así dentro de una lágrima que alberga esa piel mojada,
ese opio que de a poco empaña el aire,
a través de los surcos de lengua una visión ,
un azote crudo que resuena en mi olfato de selva,
y ese color entonando las manchas de tus lunas
cerrojo de cristal aguerrido que alumbra,
el rito... desde las gotas del tiempo que sigue llorando.
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