
Huyendo del sol malévolo
llegué a la cúspide
escalando con garras oscurecidas
desplumando alas de espíritu encarcelado
por el precipicio, remolino de pensamientos,
allí
donde se hacinan las Almas de los vivos
cuando sueñan una muerte pasajera.
Sólo
y tan sólo la tierra derrama pedazos del mundo
cayendo como pájaros moribundos
aleteando desesperados hacia el último sol
infierno previo de todo infierno.
En la cima vislumbro, desde las sombras piadosas,
arriba crucifico y dejo a mi alma sangrar,
mientras los lobos de mis ojos,
fieles seres, aguardan…
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