Y sin macerar las palabras reposaban congeladas , inalterables e insensibles
el giratorio viento hacía cambiar el ritmo de las ramas y las hojas
como serpiente cascabel mordían el hormigón de la autopista,
arriba los berridos de los motores se hacían inaguantables mientras el vino
barato lastimaba gargantas y esófagos y carbonizaba hígados .
allí entre ese banquete marginal esas mujeres que a la luz amarillenta
lucían sus pieles curtidas a los tatuajes de tinta china y jeringas,
a la impiedad del vidrio y el bronce ardiente,
a los jeans cortados y a las cicatrices ,
curvas y líneas de una identidad de condenada.
En medio de ese paraje que la ciudad vomita y descarta en los fondos,
las criaturas encarnizan sus peleas de ojos de vidrio grueso
seres que nacen en la rueda infeliz de escenario entre bambalinas
aleatorias
con suerte echada hasta el último infierno…
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